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Crisis e impotencia del Rock en las sociedades de control

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El rock es un artefacto cultural que tiene una base sociológica y material muy concreta y delimitada en el tiempo. La sociedad de finales de los años 50 se desarrolla al ritmo de la industria del automovil, y lugar de producción de estas máquinas sofisticadas es la fábrica. Foucault, habla de una forma de ejercer el poder basada en el encierro y la disciplina de los cuerpos que modeló la manera de ser y de sentir la mayor parte de las generaciones del siglo XI y XX. Junto a la fábrica, la cárcel, el manicomio, el ejército, y en españa, concretamente la iglesia se fueron obedeciendo las exigencias de producción de cuerpos dóciles y disciplinados. Esta violencia tenía una contrapartida, la resistencia, es decir, la capacidad de escapar de la represión mediante la autodefensa y la confrontación directa contra las fuerzas que ejecutaban el poder, y a su vez mediante la solidaridad y la conciencia que generaba el sometimiento en un encierro común de masas de gente sometida a un trabajo alienante. Los sindicatos crearon la contrapartida a ese poder represivo y consiguieron mantener una tensión constante en ese choque de fuerzas, que en muchos lugares fue reprimida con violencia e incluso exterminada durante años de guerras, pero a mediados de los 50 hubo una respuesta artística que tuvo su origen en esa cultura de la fábrica, de las cárceles, de los centros de reclutamiento, y de los centros psiquiátricos que permitió expresar una respuesta y un rechazo a tantos años de violencia y disciplina.




El ruido y la violencia del siglo 20 se comenzó a extender en la música popular justo cuando ese proletariado comenzó a poder disfrutar de algunos privilegios burgueses. La banda sonora de la revolución, entendida como un artefacto cultural de rechazo al orden establecido, llega justo en el momento, en el cual, algunos actores principales de la opresión comienzan a poder escapar de las fábricas, de las cárceles, de las guerras, y comienzan a tener un modo de vida mas lúdico, llevando la tradición obrera y combativa a la cultura popular de consumo masivo. Pero la propia lógica de liberación frente a los dispositivos disciplinarios que que tuvo su máxima expresión en los años 60 llevó a una nueva forma de poder que ya no se basaba en la disciplina y la violencia física, si no en un control que no impone, sino que vigila, en un poder que no mata sino que posibilita la vida o la impide crecer, en lo que conocemos como "biopolítica".






Los sueños de libertad de los 60 frente a sociedades disciplinarias se han convertido en un distopía de libertad y felicidad absolutas. El poder se disciplinario fracasó y con ello también fracasó su máxima expresión cultural antagonista, el rock. Así la confrontación con el poder hoy en día es mas bien inútil en la mayoría de ocasiones. Las fábricas, los centros psiquiátricos, las cárceles, comenzaron a sacarse del espacio público, las fuerzas represivas se sustituyeron por dispositivos de control. A finales de los 70 se impone una sociedad en la que no hace falta imponer nada por la fuerza, en realidad nunca pasa nada, la violencia solo es ejercida de una manera quirúrgica cuando es estrictamente necesario, el poder deja vivir o deja morir en suburbios o mas allá de fronteras, las guerras no se ven, toda oposición al poder establecido se identifica con terrorismo porque el poder raras veces violenta, simplemente toma frías decisiones que pueden hacer que una parte de de la población muera sin que lo veamos, incluso dentro de nuestras propias ciudades.




La cultura rock de origen obrero pasa a verse como algo demasiado rudo, demasiado sucio y poco sofisticado, se ve en el rock un grito de rabia inútil e incluso algo infantil. El nuevo paradigma es producto de una nueva clase transversal que no se percibe a sí misma como reprimida, sino como autónoma, con potencia para crear en total libertad sin tener que oponerse a nada, en la que la felicidad es un derecho adquirido. El choque físico violento y la reacción angustiosa de los oprimidos se sustituye por un contexto de gestión de la felicidad de los individuos. Los héroes de la clase obrera pasan a ser coach. Todo se ajusta a nuestros deseos, a nuestra sagrada felicidad individual, ya nadie nos manda ni ordena, y rebelarnos contra algo es rebelarnos contra la nada. Ahí en el parlamento nadie decide nada, todo está automatizado, todos estamos programados, somos estadísticas, y es muy improbable que algo se salga de la norma Y seguimos conduciendo por las autopistas de la información creyendo que somos dueños de nuestro camino. Por eso la rabia del rock, es cada vez mas incomprensible.




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