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¿QUÉ ES EL POST-INDIE?

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El pop siempre ha significado una fuerza de aglutinamiento popular. Los medios de comunicación transformaron una música popular que pertenecía a diferentes culturas en una música popular global. Las músicas populares que se globalizaron fueron, cómo no, las primeras que se vieron bajo el ámbito de influencia de la industria discográfica y los medios de comunicación masivos. Estos comenzaron a explotar toda la tradición americana del jazz, el blues, el folk y rápidamente se extendió a Inglaterra. Aunque el rock identificado con la juventud, no era simplemente una popularización global de músicas folklóricas, sino que sirvió de elemento de identidad de las aspiraciones de una nueva generación de jóvenes que se socializó culturalmente en la era de los medios de comunicación masivos, el cine, la música y la televisión. Estas eran las nuevas correas de transmisión para la siguiente generación globalizada a la manera del mundo anglosajón y de un nuevo lenguaje global.  Esto es lo que se ha venido a llamar cultura pop, o cultura popular de masas,
Esta cultura globalizada siempre ha desarrollado dos facetas; una la de ser el un mecanismo de hegemonía mundial de justificación la forma de vida occidental y concretamente anglosajona, y por otra parte un mecanismo para introducir otros mensajes alternativos que han pervertido esa hegemonía, creando discursos disruptivos, perturbando y pervirtiendo mensajes con esas mismas herramientas.

Los medios de comunicación de masas han sido una herramienta de difusión tan poderosa que quien fuese capaz de tener ese altavoz, tendría en sus manos la capacidad de difundir todo tipo de mensajes y revertir los discursos hegemónicos de cada momento histórico, y esa doble faceta se comprobó en los primeros pasos del desarrollo de los medios masivos. La industria del disco fue una manera de difundir masivamente una canción, un mensaje, y nunca antes ningún rey o ningún emperador habían conseguido difundir un mensaje al mundo de una manera tan rápida y tan persuasiva. Elvis era llamado con sentido el rey del rock y los Beatles se percibían a sí mismos más famosos que Jesucristo. Con ese poder es normal que el rock se convirtiera en el mayor eje de disputa mediático para difundir discursos entre la juventud. Por esta razón, la cultura pop ha sido una lucha por la hegemonía desde sus orígenes, y el discurso de un grupo de pop, ha llegado a ser una de las maneras más eficaces de difundir formas de ser, éticas, políticas.

Dicen que internet ha desbaratado esa hegemonía, abriendo las posibilidades infinitamente, dejando de lado las aspiraciones del rock de reinar absolutamente con una única voz en el mundo. Las posibilidades que se abren cuando la forma de difusión de la cultura ya no viene de un único punto, sino que se extiende en diferentes focos, ampliando la diversidad de discursos en una heterogeneidad inabarcable nos hace enfrentarnos a una sensación de estar perdidos, y en cierta manera, a la vez que estamos ultra-comunicados, nos sentimos ultra-aislados, pues comienzan a fallar los ejes de identidad global característicos de la cultura de popular de masas anterior, y los lenguajes se multiplican, las resistencias se vuelven tan plurales que parece que ya no hay un elemento común capaz de aglutinar un único mensaje, ni única forma de oposición. Incluso la propia oposición parece que es inútil, pues forma parte de una más, hay tantas como mensajes diferentes, la diferencia es el nuevo eje de discurso contrahegemónico, frente al discurso de la identidad. 

El discurso de la diferencia en el pop,  ha aflorado cada vez que se han posibilitado otras formas del uso de los medios de comunicación masivos, pero nunca sin ellos, esa es la gran diferencia entre lo que es cultura pop y no lo es, precisamente el uso de esos medios. El punk se basó precisamente en el uso de los medios de comunicación de masas, las radios, los discos, las revistas, pero la única diferencia es que el control de estos medios pasó a ejercerse desde células autónomas, buscando ese poder de persuasión y la efectividad de difusión de los grandes medios, pero a pequeña escala. En cierta manera el punk, sus canciones y sus fanzines son propaganda revolucionaria y juegan dentro de las mismas coordenadas que el pop y el rock and roll, sin aspirar a convertirse en otra cosa. La proliferación de diferentes células de resistencia, en forma de pequeños sellos llamados independientes, ha sido una de las maneras más efectivas de difusión de otros mensajes no hegemónicos, y es la manera en la que se han introducido otras formas de entender esa cultura pop.

Sin embargo, el discurso de la resistencia desde la autonomía sucumbe cuando se dan unas condiciones de gran permeabilidad entre lo que antes era llamado “underground” y “mainstream”. Lo que tenemos ante nosotros es una colección de mensajes rupturistas convertidos en inofensivas tendencias, y la imposibilidad de que eso que se denominó “underground” no pueda asustar ni desafiar a lo establecido, ya que lo establecido ha convertido lo disruptivo en su seña de identidad y necesita reciclar continuamente sonidos, actitudes, esquemas, propios de la marginalidad o de la radicalidad para hacerlos propios. Además en los últimos años se ha generado una nueva clase media-precaria en las ciudades, que ha entendido la crisis económica como una oportunidad, más que como una carencia, y se siente identificada con ese “underground”, utilizándolo como modelo para vivir en el límite, peligrosamente, con pocos recursos, una vida llena de experiencias, que rechaza el modelo de seguridad, trabajo para toda la vida, y cobertura social por parte del Estado que tanto apreciaban sus padres. 

En definitiva, para este esquema, las luchas no interesan en lo que tienen de social, si no en lo que puedan tener de capacidad de ruptura o transgresión por una diferencia, y de esta manera es muy complicado iniciar una lucha por condiciones materiales que pueda aglutinar y poner en común las luchas identitarias de la postmodernidad, que pertenecen a un ámbito de subjetivación inaccesible y parten del deseo en vez de la carencia. Por lo tanto, estas luchas conciben la economía como una satisfacción del deseo y en potencia son susceptibles de ser normalizadas por un mercado especializado en la tendencia.  En las redes sociales, creamos nuestra identidad y el mercado también crea su modelo personalizado de consumidor, poniéndonos en conexión con el pequeño mundo al que nos gustaría pertenecer y alejándonos de todo lo demás, observando nuestras pequeñas identidades, como pequeñas mónadas hipercomunicadas solo con lo que se identifica con nosotras, y completamente aisladas de lo que no se ajusta a nuestra identidad.

Si entendemos que este proceso histórico de la cultura pop que ha derivado desde un foco primario hegemónico, en el que había una una contradicción entre “mainstream-underground", a una proliferación autónoma y fragmentada de pequeños focos que han llegado a incomunicarse entre sí, que podríamos referenciar como momento “indie”, podemos entender que el siguiente paso sería el de reconstruir una cultura pop de combate y autónoma a partir de lo fragmentario y de lo descontextualizado, un momento que podríamos denominar “post-indie”. 

Por lo tanto, el momento “post-indie” sería un proceso, por el cual, la cultura popular de los medios de comunicación, intenta crear autoconsciencia y conseguir alianzas que produzcan nuevas formas de comunicación. Esto pasa por salir del espejismo autocomplaciente de ese mercado hecho a medida de la fragmentación y la atomización, más allá del modelo de difusión basado en las redes sociales y de esa construcción de identidades aisladas incapaces de crear un contexto común. De esta manera seremos capaces de volver a generar nuevos discursos y nuevas luchas que puedan generar valores éticos y estéticos universales, también desde la diferencia, más allá del culto a esa identidad irreductible, que ha tenido tan poco potencial transformador en los últimos años. 

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