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Tendencia y política en el indie. La perversión del hipsterismo contestatario

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Mas allá de que el concepto de música politizada o política, haya sido asimilado en el mundo de la tendencia, es necesario saber distinguir qué prácticas políticas y éticas pueden sustentar un mensaje político, y para ello es fundamental saber cuestionarnos cuáles son esa prácticas, qué es lo que hacen o dejan de hacer los grupos para mantener viva una escena, cómo se crean redes de apoyo y qué compromisos mantienen con diferentes colectivos, y agrupaciones políticas. Pero el hecho de que se hable de ciertos temas, y que se lancen proclamas, no significa que una politización real y una conciencia crítica haya calado en el indie. Muy lejos de la realidad, la capacidad de compromiso y contestación en el mundo de la música, mas allá de pequeñas escenas muy cohesionadas, brilla por su ausencia. No hemos sido capaces de crear un movimiento que sirva de vehículo a las luchas sociales, nos hemos quedado en una mera representación de una rebeldía impotente, y en vez de reaccionar contra un estado de cosas y confrontar ideas, nos hemos ido adentrando en espacios en los que la autocrítica y la disidencia solo son tolerados estéticamente, a condición de que no tengan ningún contenido real y que no vayan vinculados a ningún desafío al orden existente. Y nos enfrentamos a una situación, en la que una élite del indie, la que es denominada hipster o gafapasta, se ha ido a ido apropiando de mensajes y formas estéticas que anteriormente eran casi exclusivas de movimientos musicales como el punk, el rock urbano, el hip hop, pero la diferencia esencial, es que dentro de estos movimientos, las formas estaban inscritas mayoritariamente en un contexto material, en el que la crítica política representaba un cuestionamiento y un replanteamiento de esas prácticas.

Estas proclamas y formas políticas asumidas por la tendencia, suenan estéticamente mas agradables a las clases medias que perdieron su poder adquisitivo con la crisis, y les acercan a sus referentes indies, además llevan la música española a la normalidad de la música internacional, donde incluso en el mainstream una hay una influencia entre música y política mas normalizada. Sin embargo, el que un mensaje político se vuelva estético perdiendo su carácter transgresor, puede conseguir un efecto perverso, ya que las élites son capaces de asumirlo como propio, interceptando así las críticas que se pudiera hacer a estas élites desde las clases populares o colectivos desfavorecidos.
¿Cómo entonces criticar a la modernidad elitista de Nueva York, si esta modernidad representa los valores mas progresistas, mas rupturistas y radicalmente izquierdistas? Cuando el ámbito cultural hipster se apropia del mensaje de los de abajo sin tener en cuenta a los de abajo, al final los de abajo no pintan nada, se quedan sin nada que reivindicar.

Hay una clase media que se ha precarizado y ahora se queja y adopta mensajes de izquierdas, pero sus quejas tienen una mayor amplificación mediática y un mayor prestigio cultural hegemónico ¿dónde quedan entonces las quejas de los que ni siquiera tienen esos medios? ¿dónde están las alianzas con los que están fuera del sistema, las redes de apoyo, el desafío a lo establecido, la búsqueda de formas alternativas de organización ¿dónde está el riesgo de perder el prestigio musical y fracasar por unas ideas, si estas ideas no son capaces de confrontar ni de poner en riesgo nuestro estatus, sino que forman parte del propio prestigio y de la aceptación?  Ésta es la perversión del hipsterismo contestatario.

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